El año pasado escribí un extenso recordatorio para la tan querida Susana Cazenave. Iba a publicarse en Imaginaria pero no pudo ser. Por eso hoy, que se cumplen 72 años de su nacimiento, con algunas compañeras decidimos subirlo a este blog y que, desde aquí, pique y repique hacia todos los rincones para que Susi siga latiendo entre nosotrxs.
Hace pocos meses falleció Susana
Cazenave de Rodriguez. Maestra y Tallerista de exquisita sensibilidad
y modestia, siempre hizo saber a quienes participaron de sus talleres
y clases que lo importante era concentrarse en el trabajo íntimo
sobre el lenguaje a la hora de construir un texto literario. Del
corazón de algunas alumnas de su taller privado, el TALIJ, surgió
la idea de escribir sobre su vida y su obra. He aquí un pequeño
homenaje de quienes recibimos la sabiduría de Susana en algún
momento de nuestra formación; un pequeño homenaje escrito, para que conozcan un poco más sobre su vida
y su gran labor como investigadora, capacitadora y mediadora de LIJ.
Susana Cazenave nació en la ciudad de
Buenos Aires el 31 de agosto de 1941. Al poco tiempo su familia se
instaló en Matheu, una localidad de la provincia de Buenos Aires.
Allí, sus padres se dedicaron al comercio (primero abrieron un
almacén y luego, una heladería artesanal). Un tiempo después la
enviaron a una escuela de la Capital, donde estudió como pupila:
cursó los estudios primarios y secundarios en el Colegio María
Auxiliadora, en Almagro, barrio de la Ciudad de Buenos Aires. Era
una niña reservada y estudiosa, marcada profundamente por la
ausencia de su hermano cuatro años mayor, fallecido antes de que
ella naciera. La muerte temprana del primer hijo era insoportable
para su madre, quien seguía hablando en presente con su niño. Este
hecho trágico, previo a su existencia hizo que, desde muy pequeña,
Susana fuera consciente del poder de la palabra de un modo único: el
que da el no poder hablar a quien uno desea. El que da el pensar una
y mil veces las palabras que nunca podrán ser dichas a una madre que
no puede escuchar.
Sus padres la visitaban con poca
frecuencia y esa soledad también se le marcó en la piel. La
relación más difícil que Susana vivió fue la que mantuvo con su
madre Cecilia, a quien cuidó toda la vida. El familiar que le dio
más alegrías fue el hermano de su padre, el tío Pancho. Ella lo
adoraba como a un padre. Susana recordaba que, cada vez que llegaba a
la escuela para verla, lo hacía cargado de comidas riquísimas.
Desde el silencio fue formando su
gusto poético por el lenguaje, que la hizo dueña de poesías
singulares en las cuales quienes la conocimos podemos escucharla
latir.
No solía mostrar sus creaciones, que
trabajaba en el taller de Nicolás Bratosevich, pero en una de las
publicaciones que hizo con sus alumnas, Periplos 1, en el año
1998, publicó:
¿Vos sabés?
A María Elena Walsh
¿Para quienes cantan
las ramas del pino
y las rosas blancas?
¿Por qué pinta y rueda
esta espuma ocre
grabando rayuelas?
¿Para qué recorren
tantos astronautas
el espacio noche?
¿A dónde se ocultan
las viejas campanas
que escucho en la Puna?
¿Cómo? / ¿Cuándo? / ¿Dónde?
¿Por qué? / ¿Para qué?
Preguntan los hombres.
La poesía era una escritura privada
que no le interesaba dar a conocer, como muchos otros costados de su
vida. La intimidad, el espacio privado donde toda creación toma
cuerpo, era sumamente importante para ella y así lo transmitía.
Sobre el modo de trabajo de Susana
opinó María Teresa Andruetto
en ocasión de la petición del Premio Pregonero:
“Es el suyo un
desempeño indispensable para todos nosotros, para el campo de la
cultura que nos implica, y al mismo tiempo se trata de una tarea tan
generosa como silenciosa, sostenida por potentes convicciones
literarias y personales”.
De la mano del tío Pancho Susana
conoció al amor de su vida, Jorge Rodríguez, cuando era una
adolescente. Pancho, Jorge y su padre, trabajaban en la Asociación
Cristiana de Jóvenes que estaba en Matheu y eran clientes asiduos de
la heladería artesanal de los padres de Susana. Allí se conocieron,
Jorge era seis años mayor y no le debe haber sido fácil progresar
en el noviazgo pues la madre de Susana era muy difícil de
conquistar. Pero Jorge perseveró y con él se casó Susana un 26 de
enero. Junto a Jorge afrontó los problemas de salud que aparecieron
más temprano que tarde en su vida. No pudieron tener hijos y eso,
lejos de distanciarlos, los unió para siempre de un modo sólido y
complementario.
La literatura era un refugio solitario
que Jorge comprendía. A pesar de que nunca fue un gran lector,
entendía profundamente el amor de su esposa hacia los libros y hacia
la docencia y siempre la acompañó en sus decisiones profesionales.
Del mismo modo, Susana solía reírse amorosamente de la pasión de
su esposo por el Club Vélez Sarfield y tolerar pacientemente la
transmisión de cada partido de fútbol que el equipo disputaba.
A los 18 años Susana se recibió de
maestra y pronto encontró trabajo dando clases en la escuela donde
estudió. Al tiempo comenzó a estudiar el profesorado de Lengua y
Literatura en el Instituto Superior “Joaquín V González”. En su
tarea docente se le iba la vida; era una maestra comprometida y
alegre a la vez que exigente y puntillosa en la transmisión de los
conocimientos. Solía trenzar lazos de amistad con sus alumnas y
algunas de ellas se convirtieron en amigas cercanas e íntimas,
relaciones que Susana cuidaba y hacía crecer.
Pero su curiosidad por el lenguaje y
las palabras no se agotaban allí y comenzó a investigar, de la mano
de su mentor y maestro, el profesor Nicolás Bratosevich, los
claroscuros de la producción creativa. Fruto de esas investigaciones
es el libro Composición: metodos para su enseñanza, que
coescribió con Bratosevich y publicaron en 1971, en la Editorial
Guadalupe.
También por esos años comenzó a dar
clases de Lengua y Literatura en el profesorado donde se graduó, el
Joaquín V González. Dora Mendiondo, directora de la escuela América
del Sur, recuerda:
“En el año 1974, Susana entró en
contacto con mi madre a través de mi hermana, de la que había sido
profesora de Lengua y Literatura en el profesorado docente.
En esos años mi madre inició el
proyecto de fundar una escuela.
Fue Susana la persona fundamental en
el proceso de imaginar esa escuela. Lo que se pensó como un ideal de
costosa aplicación en aquella época perdura aún hoy, con las
transformaciones propias de los tiempos.
Desde 1974 hasta hoy (hasta el año
pasado Susy concurría a la escuela semanalmente), la impronta de
ella nos ha guiado no sólo en lo referido al área de lengua, su
especialidad, sino en la mirada total del desarrollo de la
creatividad y el imaginario infantil.”
Entre 1978 y 1983, en plena dictadura,
fue propulsora de un proyecto muy original: el armado de Guías de
Lengua para primaria y secundaria dentro del marco de las actividades
del Centro de Investigación y Acción Educativa (CINAE) y de la
Fundación de educación abierta y educación a distancia
Hernandarias. Hasta el momento no existía material impreso para que
los alumnos trabajaran en Lengua. Se armaron con un altísimo nivel
de creatividad, tanto en la construcción de la propuesta general
como en las actividades a desarrollar por los alumnos. Una gran
innovación fue que al comienzo de cada consigna un pequeño símbolo
indicaba si eran actividades para desarrollar en soledad, en parejas
o en grupos. Estas guías fueron editadas por la editorial Docencia y
todavía hoy se siguen consultando.
Por esos mismos años, en el ámbito
de “El taller”, un espacio de talleres literarios fundado por
Bratosevich, Susana dirigió talleres para adolescentes y talleres
para adultos interesados en la LIJ. María Cristina Ramos concurrió
a esos talleres y desde entonces siguió en contacto con Susana:
“Conocí a Susana Cazenave en el
ámbito de los talleres del Profesor Nicolás Bratosevich, por los
años '80. Una experiencia de taller que fue fundante para mi
escritura y para mi concepción del trabajo con pequeños grupos.
Susana abrió espacios para mirar, analizar y promover la creación
literaria en los libros de Literatura Infantil y juvenil.
Desde su análisis crítico ha gestado
numerosos espacios para los otros, páginas que hay que leer,
reflexiones que hay que volver a escuchar.”
Fueron años de mucho trabajo pues
también colaboró fuertemente con la Universidad del Comahue y con
el profesorado de la Goethe.
En 1985 publicó, en coautoría con
Nicolás Bratosevich, su segundo libro en editorial Guadalupe:
Expresión oral y escrita: métodos para primaria y secundaria.
Cuando en 1988 se creó la Maestría
en Ciencias del Lenguaje (hoy diplomatura) en el Joaquín V.
González, su directora, Elvira Arnoux, convocó a Susana para que
dirigiera la materia Taller de Animación Sociocultural (cuatrimestre
de Coordinación de Talleres Infantiles). Una de sus estudiantes fue
Susana Aime:
“[Susana] no escatimó esa
experiencia, pensemos que en una maestría la población es
heterogénea y todos los maestrandos éramos profesores, licenciadxs,
maestrxs, es decir, profesionales con experiencia… Susana tuvo en
cuenta a cada uno, buscó para cada uno lo que la necesidad le pedía,
escuchó, estudió para acercarse a nosotrxs, nos trajo toooooda
su biblioteca en pequeñas entregas (allí yo conocí a Ursula Le
Guin y jamás la abandoné) y vimos y nos llevamos a casa libros
maravillosos. Nos alentó a la escritura. Con ella diseñamos un
taller y lo coordinamos y nos fuimos del Taller no solamente con
ideas, sino con planificaciones exhaustivas para innovar en nuestros
lugares de trabajo.”
También allí la conoció, varios
años más tarde, Alicia Origgi:
“Yo había cursado
los 2 Seminarios de Literatura infantil con Lidia Blanco y Graciela
Guariglia en la Facultad de Filosofía y Letras, de donde soy
egresada, y quería profundizar en el conocimiento de la Lij.
Entonces averigüé el nombre de una buena especialista y así conocí
a Susana Cazenave de Rodríguez. Fue mi Profesora en el
Instituto del Profesorado Joaquín V. González. Fue en 1994 cuando
cursé y aprobé "Coordinación
de Talleres de Literatura Infantil", materia anual de la
Maestría en Ciencias del Lenguaje que se dictaba en el Joaquín V.
González. Tenía teóricos y prácticos. Era una profesora sumamente
detallista y exigente, que tenía gran admiración por su Maestro
Nicolás Bratosevich. En ese año falleció mi padre y Susana fue muy
amorosa conmigo.”
Leer le generaba una alegría profunda
y cuando hallaba un libro, o varios, de autores que sentían la
literatura con una profundidad equivalente a la de ella, se
transformaba en una difusora incansable de sus obras.
Por pedido de sus alumnas abrió su
taller privado, el TALIJ, donde instaba a producir textos literarios
tanto como a leerlos. Proponía realizar una lectura inquieta, buscar
entre las líneas, leer sin quedarse en la superficie, zambullirse en
la lectura para aprender a nadar y luego, escribir sin pensar en otra
cosa más que en ese nado profundo.
Disfrutaba de dar a leer tanto como de
las lecturas compartidas y de dejar que el tiempo hiciera lo suyo en
los lectores. Encontraba el modo de construir un puente secreto hacia
el corazón de cada uno de sus estudiantes.
Ángeles Durini, quien concurrió 10
años al TALIJ, lo dijo muy bien:
“Susana
posee una enorme inteligencia y espíritu lúdico, que la convierten
en una gran creativa. Es mucho
lo que se puede decir sobre la profundidad, inteligencia, agudeza
crítica y seriedad con la que siempre aborda su trabajo, como así
también, sobre su enorme sensibilidad para transmitir. Su
mirada crítica sobre los textos es una guía para el pensamiento de
los que tenemos la suerte de tenerla como maestra. O sea, hace
ejercitar el pensamiento profundo en quien la escucha o interactúa
con ella. Hace jugar, hace crear con la palabra.
Graciela Montes no dudaba
en recomendar sus talleres.”
En 1998, con un grupo de alumnas del
taller, compuesto por Irene Pérez Bourbon, Mora Bortot, Claudia
Sueiro, Magdalena Gutiérrez y Ángeles Durini, creó Periplos,
publicación artesanal de literatura para chicos. Lograron publicar
cuatro números y entre las seis integrantes escribieron la novela
corta El enigma de los rastros, que salió publicada en el
número 3 y 4. En 2005 volvió a publicarse: es una de las tres
nouvelles presentes en Patagonia, tres viajes al misterio, de
editorial Amauta.
En los talleres que brindó a lo largo
de su vida, la ambición estaba en formar lectores y autores que
pudieran hallarse a sí mismos, mirarse en sus espejos y cruzarlos,
como la Alicia de Lewis Caroll; surcar los mares propios y salir a
flote, como el Stefano de María Teresa Andruetto; hacer equilibrio
en cuerdas flojas, como la María de Lygia Bojunga y tantos otros
personajes que presentaba a sus alumnos y a sus alumnas para
confrontarlos con las bifurcaciones de los propios caminos lectores.
En 1992 publicó su tercer libro, esta
vez en Edicial. Se llama Taller literario: metodología, dinámica
grupal, bases teóricas, en coautoría con Nicolás Bratosevich y
Alfredo Rosenbaum, y continúa siendo un material consultado y muy
actual.
Susana tenía una mirada filosa y
punzante, detectaba debilidades y fortalezas en la escritura de cada
persona, sabía destilar el humor que debe acompañar toda relación
entre un maestro y su discípulo para trenzar así una relación de
confianza íntima y única.
Cuando analizaba un texto era muy
precisa. En el año 1999 elaboró una ponencia para un Congreso de
LIJ, organizado por CEDILIJ, donde analizó los rasgos líricos en la
narrativa de dos escritoras que disfrutaba muchísimo: María
Cristina Ramos y María Teresa Andruetto. Finaliza su ponencia de la
siguiente manera:
“Concluyendo: los textos comentados
pretenden un desafío para los lectores más jóvenes en los tiempos
que corren. Y digo 'corren' en todos los sentidos, dado que la
propuesta es aquietar la carrera, demorar la marcha, para concederle
tiempo al asombro. (“...digo asombro donde otros dicen simplemente
costumbre” leemos en un poema de Borges). Y si es verdadera una
queja que oí: “algunos chicos de hoy perdieron el asombro y
prefieren cuentos con una acción lineal, rápida”; entonces
respondo: en esos casos, los adultos que estamos cerca de ellos
tenemos la oportunidad de recurrir a la sugerencia de Ana María
Machado sobre la posibilidad de propiciar una lectura compartida.”
Han pasado muchos años desde entonces
y su conclusión sigue vigente pues en su análisis llegó a una
médula que no se desactualiza, que han llevado a la práctica
organizaciones como las Abuelas Cuentacuentos de la Fundación MempoGiardinelli, por ejemplo.
Cuando su ex-alumna Susana Aime llegó
a la gerencia editorial de SM, pensó en Susana como jurado del
tercer concurso de literatura infantil El Barco de Vapor Argentina.
Así, en 2004, fue parte del jurado (junto a Elisa Boland y Nora Lía
Sormani) que eligió ganadora la novela Octubre, un crimen, de
Norma Huidobro.
En esos años, Susana también se
encontraba investigando, junto a su colega y amiga Iris Fridmann,
cómo aparecían la guerra y las dictaduras en la LIJ mundial.
Concluyen La
utopía de
soñar
la paz. Guerra y dictadura en la literatura para niños y jóvenes
del siguiente modo:
“Los talleres de lectura y también
los de escritura además de su función fundamental -desarrollar el
imaginario y conocer mundos diversos-, son un espacio propicio para
reflexionar sobre los valores éticos de la vida.
(…) Nuestro trabajo, seguramente
continuará en la búsqueda de abordar los temas tabúes de la LIJ,
para que los chicos identifiquen sus propios conflictos y temores a
través de las vivencias que presenten los personajes.”
Esa conclusión deja claro que le
interesaba profundizar en cómo los diferentes temas de la realidad
social de cada país iban encontrando terreno en la LIJ.
Ella consideraba
que no era posible dejar de lado la ideología a la hora de escribir,
que se notaba cuando un autor intentaba borrar sus propias huellas,
que en la literatura era importante que esas marcas de identidad de
quienes escribimos fueran visibles, fueran parte del estilo
narrativo. Hablamos horas y horas sobre este tema cuando mi novela El
mar y la serpiente aún no hallaba su lugar editorial. Muchas
veces quise desistir de publicarla y fue Susana quien encontró qué
decirme para que superara el desánimo. Ella también me convenció
de mostrarle a Antonio Santa Ana La cuarta pata, novela que
comencé a escribir en su taller. Luego de que tomamos juntas la
decisión de que mi paso por el TALIJ ya había finalizado,
continuamos visitándonos y hablando periódicamente por teléfono.
Seguía con atención el crecimiento de mis hijos y de mis libros,
siempre preocupada porque un día decidiera volver a la bioquímica.
Cuando mi novela Una casa de secretos ganó el premio Barco de
Vapor en 2011 Susana me dijo:
“Ahora, Paula: no es fácil escribir
después de un premio como ese. Vos no te apures. Va a llevarte un
tiempo hallar una nueva historia y poder escribirla. Te lo digo ahora
que pasó poquito tiempo. Pero vos viste que la literatura tenés que
dejarla crecer adentro. Y un día te va a sorprender. Como viene
haciéndolo. Vos esperá.”
Con mucho amor, desde el corazón de
mi casa,
para recordar y mantener vibrante la
palabra de Susana.
Noviembre, 2012
Paula Bombara
Hola Paula, no sabia que tenias un Blog. Ahora cada vez que publiques algo no dudes en compartirlo conmigo. Un abrazo. Jorge Ledesma.
ResponderEliminarEs hermoso haber vivido de forma tal que se pueda ser recordado con tanto amor y gratitud. Gracias por compartir este homenaje y permitirnos, a quienes no tuvimos el placer de conocer a la Sra. Cazenave en persona, hacerlo al menos un poco a través de tus palabras.
ResponderEliminarQué honor haber sido alumna y amiga de Susana. Te felicito Paula por el artículo. Hermoso.
ResponderEliminarGracias, Paula, por este emotivo homenaje a la irreemplazable Susana, la maestra que tanto nos dio en su TALIJ y a quien siempre evocaremos en el momento de escribir.
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